Siempre supe que quería un trabajo que me hiciera feliz. Un lugar donde la energía se sintiera liviana, donde cada día trajera algo nuevo para aprender, donde compartir no fuera una obligación sino un placer. No quería despertarme cada mañana sintiendo que ir a trabajar era un sacrificio. Quería algo que me llenara, que me hiciera sentir que estaba en el camino correcto.

Vivo en Bariloche hace más de ocho años, pero este rincón del mundo ha sido mi hogar desde siempre.
Me crié acá cada verano, en el barrio donde pasaba los días con mi tía y mis primos, corriendo por los senderos de montaña, nadando en los lagos helados y compartiendo historias junto al fuego. Bariloche es más que un paisaje hermoso; es una forma de vivir, una conexión con la naturaleza que lo cambia todo.

Con los años, descubrí que lo que más me llenaba era compartir momentos con viajeros. En refugios de montaña, en largas caminatas por senderos que terminaban en vistas inolvidables, en casa donde siempre había espacio para uno más. Escuchar historias de otros lugares, de otras vidas, y poder recibirlos, darles un hogar temporal, una pausa en su viaje, fue despertando en mí una idea que poco a poco tomó forma: abrir un hostel.

Un lugar donde la gente no solo pasara la noche, sino que se sintiera parte de algo.
Porque un hostel no es solo un techo y una cama; es la cocina donde se comparten recetas de todo el mundo, la sala donde nacen amistades que duran años, el patio donde las conversaciones se alargan hasta la madrugada. Es ese espacio en el que, por un momento, dejas de ser un viajero y te sentís en casa.

Cuando propuse la idea en mi familia, no tardamos en sumarnos todos. Con mi hermana, mi madre y mi padre, nos embarcamos en la aventura de construir algo propio, algo que reflejara nuestra manera de ver el mundo. Así nació Guti Andino. Fueron tres años de desafíos, de planos que cambiaban, de días enteros de obra, de aprender sobre materiales, permisos y mil detalles que nunca imaginamos. Pero también fueron tres años de ilusión, de ver cómo, ladrillo a ladrillo, nuestro sueño se hacía realidad.

Queremos que vos también seas parte de esta historia que apenas comienza. Guti Andino no es solo un hostel, es un hogar en la montaña. Un punto de encuentro para quienes buscan algo más que un simple alojamiento.

Si alguna vez sentiste que el viaje es más que un destino, que las mejores experiencias están en los
momentos compartidos y que el hogar puede encontrarse en cualquier rincón del mundo… entonces te estamos esperando.

Elegir un nombre nunca es fácil. Y menos cuando hay cuatro personas intentando ponerse de acuerdo. Queríamos que representara lo que somos, el lugar donde estamos, y sobre todo, la historia que nos trajo hasta acá.

Antes de que el hostel existiera, en este mismo terreno había algo muy diferente: el museo del Lago Gutiérrez. Un espacio lleno de historia, donde generaciones pasadas dejaron su huella. Con el tiempo, la estructura envejeció, se volvió imposible de mantener y llegó el momento de tomar una decisión difícil: para construir algo nuevo, había que despedirse del pasado.

Sin embargo, no todo desapareció. Entre los escombros quedaron objetos, piezas del museo que nos recordaban lo que una vez fue este lugar. Restos de una historia que no queríamos perder, sino transformar en algo nuevo.

Y entonces, mientras pensábamos en cómo llamar a nuestro hostel, miramos al frente y vimos lo que siempre estuvo ahí: el Lago Gutiérrez. Pero para nosotros y para todos los que crecimos acá, es simplemente “el Guti”. Porque nadie dice “vamos al Lago Gutiérrez”. No. Acá nos juntamos en el Guti, tomamos unos mates en el Guti, vivimos con el Guti como parte de nuestras vidas.

Pero había otra historia que quería ser contada. Porque en este terreno no solo hubo un museo, sino que en él había restos de fósiles, vestigios de tiempos antiguos. Dinosaurios. Sí, aunque pocos lo saben, la Patagonia fue hogar de gigantes prehistóricos. Y al jugar con las palabras, encontramos una coincidencia inesperada:

Guti AND Dino.

Por un lado, “Andino”, porque estamos en la Cordillera, porque somos de montaña, porque nuestra vida está marcada por los Andes. Pero al mismo tiempo, escondido en el nombre, estaba “Dino”, un guiño a esa historia pasada, a los fósiles y a la vida que existió en esta tierra mucho antes que nosotros.

Después de muchas ideas descartadas, de debates en familia,

de listas interminables, nos dimos cuenta de que Guti Andino era el nombre perfecto. Porque une el pasado con el presente, el lago con la montaña, la historia con la aventura.

Así nació Guti Andino. Un hostel con alma, con raíces, con historia. Un hogar para viajeros que, como los fósiles enterrados en la tierra, dejarán su huella en este lugar.

Y ahora, la historia sigue escribiéndose. ¿Te sumás?

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